martes, enero 02, 2007

Opinión sobre la Opinión

Por César Féliz,

Apreciados todos:

Vivir en una sociedad plural impone asumir que lo absolutamente respetable son las personas, no sus opiniones, y que el derecho a la propia opinión consiste en que ésta sea escuchada y discutida, no en que se la vea pasar sin tocarla como si de una vaca sagrada se tratase.

Lo que debemos fomentar no es la disposición a establecer irrevocablemente lo que se ha elegido pensar, sino la capacidad de participar fructíferamente en una controversia razonada, aunque ello "hiera" algunos de nuestros dogmas personales o familiares. Aprender a discutir, a refutar y a justificar lo que se piensa debe ser parte irrenunciable de cualquier ser humano. Para ello no basta saber expresarse con claridad y precisión (aunque sea primordial, tanto por escrito como oralmente) y someterse a las mismas exigencias de inteligibilidad que se piden a los otros, sino que también hay que desarrollar la facultad de escuchar lo que se propone en el palenque discursivo.

No se trata de patentar una comunidad de autistas celosamente clausurados en sus "respetables" opiniones propias, sino de propiciar la disposición a participar lealmente en coloquios razonables y a buscar en común una verdad que no tenga dueño y que procure no hacer esclavos. Desde luego amigos, tal disposición debe encontrar su primer ejemplo en la propia actitud de quienes han tenido y tienen el privilegio de dirigir o haber dirigido, en el caso que nos ocupa la cosa pública, firmeza en lo que se sabe pero dispuesto a debatirlo e incluso modificarlo en el transcurso con la ayuda de los demás si fuese necesario; para eso definitivamente se necesita tener entereza y temple. Y no hay que temer que ese espíritu crítico lleve al puro nihilismo indisciplinado, porque si es auténtico más bien previene contra él.

Escuchemos una vez más la sensatez de Jhon Passmore, cuando dice:

Aceptemos que la persona que es un crítico especialmente dotado suele ser destructora. Pero, al menos esperémoslo así, destructora de la verborrea, de lo pretencioso, de la hipocresía, del conservadurismo complaciente y del radicalismo fantasioso. Si como resultado de ser crítico puede ayudar a destruir estos pecados capitales antes de que destruyan a la sociedad humana, tanto mejor.
Para finalizar apreciados amigos, quiero decirles, que los humanos no somos problemas o ecuaciones, sino historias; nos parecemos menos a las cuentas que a los cuentos, de manera que lo que hagamos debe estar vinculado al pasado, y a los cambios que han acompañado su desarrollo, quizá sólo así podríamos tener un presente exitoso y liberarnos de la incertidumbre futura.

Con afectos para todos

No hay comentarios: