domingo, marzo 24, 2013

Pacto eléctrico antifrágil


Esta nota desarrolla una arista emergente del pacto eléctrico, que por sí sola puede ser muy oportuna. Reflexionando sobre el libro Antifragile (Antifrágil) de Nassim Nicholas Taleb, Robert W. Lucky reta a los lectores a pensar en sistemas que mejoren bajo condiciones inesperadas o adversas. Hace esto en su artículo “Antifragile Systems (sistemas antifrágiles),” publicado en la edición de marzo 2013, por la prestigiosa revista IEEE Spectrum.

Taleb introdujo el concepto “antifrágil: maneje sin cuidado,” como todo lo contrario a la instrucción del envío de paquetes “Frágil: manejar con cuidado.” Lo antifrágil va más allá de lo robusto, que simplemente reestablece la normalidad. Las salidas de grandes centrales eléctricas, especialmente aquellas inesperadas, siguen impactando a los consumidores.

Por ejemplo, las recurrentes salidas de la planta San Felipe, que afectan a los clientes de Santiago, República Dominicana. Igualmente, por ejemplo, está el desastre tras el paso del huracán Sandy en el noreste de los Estados Unidos. Se trata de la fragilidad de los sistemas eléctricos bajo dichas condiciones. Esa fragilidad se debe ante todo a la estructura legal obsoleta de la industria.

En el desarrollo de los proyectos de las llamadas redes inteligentes, se ha recurrido principalmente a una arquitectura, cuya vida útil está por concluir. La misma está diseñada a garantizar la interoperabilidad de las tecnologías desde el extremo de generación al  extremo de los consumidores. Cerca del 2003, esa arquitectura, planificada en los Estados Unidos para 5 a 10 años, dejó fuera de su alcance los cambios estructurales regulatorios y de mercado de la industria.

Es evidente que para volverse antifrágil la industria eléctrica necesita aprovechar mucho más la diversidad de todas las tecnologías disponibles, dejando de centrarse en las grandes centrales de generación. En los años 90, antes de capitalizar la CDE, los dominicanos estábamos experimentamos una mejora substancial en el servicio. Se estaba desarrollando un mercado vibrante de soluciones individuales que mantenían el servicio en condiciones adversas o inesperadas, generando actividades económicas importantes.

Aunque no lo reconocimos, estábamos caminando en el sendero antifrágil. Esas soluciones individuales se basaban en tecnologías disruptivas. La característica de esas tecnologías es que normalmente entran con bajas prestaciones en mercados de no consumo, por ejemplos, los inversores de batería, la eficiencia energética y los paneles solares. Más adelante, las tecnologías disruptivas penetran el mercado siempre que no existan barreras artificiales, como las que se mantuvieron con la capitalización.

El punto crucial a reconocer en esta arista es que ya no se necesita proteger la generación central de gran escala de la generación distribuida de pequeña escala de producción. La razón principal es que mientras la economía de escala que se logra en la producción de electricidad esperando, por ejemplo, cuatro años en una central caldeada a carbón, en la generación distribuida, la economía de escala se logra en la fabricación de la tecnología misma.

En el primer caso se necesitan elevados costos de inversión para lograr bajos costos de producción, en el segundo se necesitan reducidos costos de inversión y elevados costos de producción. Ya no tiene sentido proteger a largo plazo las grandes centrales, cuya economía de escala se saturó, mientras para las pequeñas tecnologías disruptivas, la economía de escala de fabricación está en pleno apogeo. Por ejemplo, la economía de escala de los paneles solares sigue creciendo año tras año.

Entre las protecciones asignadas a la generación central está la liberación de impuestos a los combustibles, mientras las tecnologías a pequeña escala están obligadas a pagar excesivos impuestos, como el de los combustibles que el Ministerio de Industria y Comercio aplica. Hace falta también la reforma fiscal.