Apreciado Profesor y Maestro Vanderhorst:
En verdad, me siento sorprendido de este planteamiento radical: "si los bueyes no quieren cambiar, cambiemos los bueyes. Tan simple como eso."
Te confieso, me gustaría, que los "bueyes" hicieran uso de esa "oportunidad latente para cambiar con dignidad", que señalas en tu correo.
Parece José Antonio, que la pretensión de algunos bueyes, es que las circunstancias condicionen nuestros juicios de tal modo que nunca sea un juicio intelectualmente libre. Si es cierto como creyó Nietzsche que el hombre libre es " aquel que piensa de otro modo de lo que podría esperarse en razón de su origen, de su medio, de su estado y de su función o de las opiniones reinantes en su tiempo", a quien piensa de tal modo posiblemente algunos bueyes no lo consideran libres sino "traidores" al grupo de pertenencia. Pues bien, aquí tenemos otras tareas, a la luz de ese planteamiento radical que nos hace, la de continuar denunciando a viva voz, la de seguir enseñando a traicionar racionalmente ( apreciar las virtudes de una cierta insolencia, que no es arrogancia ni brutalidad, sino la afirmación entre tanteos de la autonomía individual y el espíritu crítico que no todo lo toma como verdad revelada) en nombre de nuestra única verdadera pertenencia esencial, la humana, a lo que de excluyente, cerrado y maniático haya en nuestra afiliaciones accidentales, por acogedoras que éstas puedan ser para los espíritus comodones que no quieren cambiar de rutinas o buscarse conflitos.
Debe ser comprensible mi temor amigo José Antonio, ante una clase política, más ocupada en suscitar fervores y adhesiones inquebrantables que en favorecer el pensamiento crítico autónomo.No debemos olvidar tampoco,que nuestros principales políticos resbalan fácilmente hacia la propaganda, reforzados por las manías castradoras de lo "políticamente correcto" ( que empieza por proscribir cualquier roce con la susceptibilidad agresiva de los grupos sociales de presión y acaba por decretar incorrecto el propio quehacer político, pues nunca se ejerce de veras sin desestabilizar un tanto lo vigente.). De aquí que cierta dosis de "neutralidad" sea justificadamente deseable: ante las opciones electorales concretas brindadas por los partidos políticos existentes o que surjan en la sociedad. Ha de ser una neutralidad relativa, desde luego,porque no se puede rehuir toda consideración crítica de los temas del momento, que personas competentes como tú y otros tantos más, habremos de acometer sin pretender situarnos por encima de las partes sino declarando su toma de posición, mientras fomentamos la exposición razonada de los demás, evitando en todo caso convertir lo que bien has llamado "la visión compartida de futuro" en una fatigosa y logomáquica sucursal parlamentaria. Sin embargo, esa misma neutralidad crítica responde a su vez a una determinada forma política, ante la que ya no se puede ser neutral en la enseñanza democrática: me refiero a la democracia misma. Sería suicida, que renunciásemos a formar ciudadanos demócratas, incorformistas, pero conforme a lo que el marco democrático establece, inquietos por su destino personal pero no desconocedores de las exigencias armonizadoras de lo público. En la deseable complejidad ideológica y étnica de la sociedad actual, creo que nos quedan los espacios que hemos construído como únicos (no estoy seguro) ámbitos generales que pueden fomentar el aprecio racional por aquellos valores que permiten convivir juntos a los que son gozosamente diversos. ¿Por qué? Porque no se trata de simples opciones partidistas sino de logros de la civilización a los que ya no se puede renunciar sin incurrir en concesión a la barbarie y a la violencia.
El propio sistema demócratico no es algo natural y espóntaneo en los humanos, sino algo conquistado a lo largo de muchos esfuerzos revolucionarios en el terreno intelectual y en el terreno político: por tanto no puede darse por supuesto sino que ha de ser enseñado a todos los ciudadanos con la mayor persuación compatible con el espíritu de autonomía crítica. La socialización política democrática es un esfuerzo complicado y vidrioso, es siempre ad-venire, no goza de un clima atemperado, ni de una luz perpetua y uniforme, pues se nutre de aquella pasión del desencanto que mantiene unidos-en una tensión insoluble-el rigor de la forma y la posibilidad de acoger "húespedes inesperados".
Para terminar, quiero hacer hincapié, que lo que hagamos dentro del sistema imperfecto que tenemos, es crucial mantengamos una prudente confianza en los mecanismos previstos para enmendar los errores y desaciertos, ya que empezar por desconfiar de las garantías de control de que disponemos lo único que logrará en la ciudadanía cuando llegue el momento de ejercer su derecho a poder quitar los bueyes, es inhibirlos, con gran contento de los que pretenden transformar la democracia en tapaderas de sus bribonadas oligárquicas. Es igualmente nefasto fomentar un "engaño" arrobado por los procedimientos beatificados del sistema, como "desengañarles" de antemano de algo que sólo su participación inteligente puede llegar a corregir y encaminar.
Es ésta la vía de obordar el tema "si los bueyes no quieren cambiar, cambiemos los bueyes. Tan simple como eso.", abriguemos la esperanza de que la entiendan (políticos-bueyes-empresarios del sector), pues incentivar a un big ban social producto de intransigencias e irracionalidades, pienso perderíamos todos y retardaríamos el avance hacia la visión compartida.
César Féliz
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