Todavía hoy, quince años después de iniciada con gran ímpetu su discusión, constituye un proyecto inconcluso lo que se ha dado en llamar, no sin cierto alborozo, "la reforma del sector eléctrico" nacional, un ámbito estratégico de primer orden.
Los más entusiastas promotores de la mentada reforma del sector eléctrico vendieron el proyecto como la fórmula mágica para resolver los acuciantes problemas de energía del país, incorporando a los agentes privados tanto en la generación como en la distribución del servicio.
De esa combinación salvadora derivarían no sólo eficiencia, sino un abaratamiento relativo, pero no ha sido así, a pesar de que ha habido mejoras importantes, sobre todo en la generación.
El Consejo Nacional de la Empresa Privada (Conep), en su diagnóstico sobre la economía dominicana, resalta el estado del proyecto de reforma del sector eléctrico como uno de nuestros desafíos aún pendientes.
La reforma, cuyas metas, de alcanzarse plenamente, pasarían, según sus más conspicuos difusores, por el tamiz de la privatización, quedó plasmada en la Ley General de Electricidad sometida al Congreso de la República en 1993, siete años después de haberse iniciado las discusiones acerca de este asunto que aún hoy se mantiene sobre el tapete.
Preocupa tanto a los empresarios como a otros dominicanos el hecho de que uno de los principales objetivos de esta reforma, la eliminación de los subsidios estatales, no se haya logrado, a pesar de los muchos pronunciamientos formulados en tal dirección y de que todos, gobernantes y gobernados, entienden que mantener semejante carga significa un esfuerzo ostensiblemente gravoso para el erario.
Parece llegado el momento de poner la atención debida a los puntos medulares de lo que en el informe del Conep se cita como aspectos de la contrarreforma que han dificultado la solución del problema energético.
Las prácticas clientelares en este ámbito, se sostiene en el aludido diagnóstico, han derivado "hacia la cultura de los tres miedos: el miedo a cobrar la energía eléctrica, el miedo a ajustar los precios de los combustibles y la tarifa y el miedo al desabastecimiento".
Sólo cuando seamos capaces de emprender soluciones sostenibles y al margen del cálculo político de ocasión será posible que el país se libere del problema energético y de los "miedos" que, según el Conep, se le aparejan y contribuyen a perpetuarlo.