lunes, abril 02, 2007

El Día: La Pobreza de los Servicios

Ref: Editorial del periódico El Día "La pobreza de los servicios," del 2 de abril, 2004.

República Dominicana está entre los países donde los servicios básicos, como la energía eléctrica, la salud y el agua potable, no se ofrecen adecuadamente. Parecen no ser de las prioridades de un plan nacional. Para que la población pueda disponer de ellos media la paciencia y la esperanza. Y cuando una y otra se agotan sigue un proceso de reclamos y de huelgas.

El reclamo para que un sector, barrio o residencial, tenga servicio de energía eléctrica por 24 horas va conquistando a los ciudadanos. Muchos son los clientes que pagan la energía eléctrica, pero la fórmula no es darle el servicio ininterrumpido a todos los que, de manera aislada, pagan religiosamente el servicio, sino a todos los que colectivamente lo hagan.

Hay razones económicas para hacerlo, y al mismo tiempo hay inequidad en el procedimiento. Mientras no haya una organización colectiva y madure la cultura del pago entre los dominicanos; mientras no baje de manera colectiva la tendencia al fraude, no serán viables en su conjunto las ofertas de 24 horas de servicio que hacen las empresas distribuidoras de electricidad.

Eso sucede con la luz. Hay esperanza de que el problema por esa vía termine por resolverse. Pero, qué sucederá con la salud, con el servicio de agua potable. Cómo los dominicanos podrán disponer de un servicio de salud, con hospitales dignos de seres humanos, bien equipados, con personal médico y paramédico suficiente y que ofrezcan 24 horas de servicio de calidad.

Y de igual forma, cuándo tendremos agua potable de calidad, que se pueda consumir sin recelos, que llegue a los hogares de manera ininterrumpida y pueda beberse y usarse en la preparación de los alimentos con plena confianza. Desafortunadamente son tres servicios que hablan del estado de desarrollo de un país, y si evaluáramos tomando como punto de apoyo la pobreza de estos tres servicios podríamos decir que estamos lejos, muy lejos de un modelo de país que busca el desarrollo, que apuesta a la calidad de vida de sus ciudadanos.

Listín: Enrique Iglesias y el Nuevo Estado Latinoamericano

Ref: Enrique Iglesias y el Nuevo Estado Latinoamericano, Listín Diario 2 de abril, 2007.

Por Julio Ortega Tous - 4/1/2007


América Latina requiere una profunda reforma del Estado para ser exitosa en el plano económico. Enrique Iglesias, uno de los latinoamericanos más prominentes deleitó a la audiencia dominicana con una charla magistral en el Palacio Nacional el pasado 19 de marzo, en la presencia del Jefe del Estado, en torno a este tema.

Con la autoridad que le confiere haber sido durante 17 años Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la más importante institución financiera y de desarrollo de Nuestra América, y previamente Secretario Ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de la Naciones Unidas (CEPAL), el actual Secretario General Iberoamericano profundizó en la evolución y el estado actual de la política, la economía y la sociedad hemisférica, así como las reformas que se requieren para “alcanzar el tiempo perdido”.

Dos momentos caracterizan la evolución de la sociedad latinoamericana y caribeña de los últimos 50 años. Por un lado la gran influencia de las teorías formuladas en la CEPAL en los años 60, bajo el liderazgo del gran economista argentino Raúl Prebish. Las mismas postularon la necesidad de un estado desarrollista e interventor, sustentado en la concepción de quebrar la dinámica centro-periferia que dominó la sociedad latinoamericana por siglos, y que creó una dependencia basada en una economía primaria exportadora, ya sea de plantaciones o de extracción minera.

El cepalismo, como se denominaron las concepciones económicas y sociales en boga en los 60 y 70, fue comparado por Don Enrique con la visión del vaso medio lleno y el vaso medio vacío. Por un lado, el estado interventor tuvo aspectos positivos. Se sustentó en una concepción de mirar hacia dentro de nuestras sociedades y tratar de desarrollar el mercado interno a través de prácticas proteccionistas a la industria local.

En base a estas políticas se creó una industrialización importante, protegida por altos aranceles. Se crearon bancos de desarrollo que dieron soporte financiero a la industrialización. Se fundaron los ministerios y oficinas de planificación, que introdujeron una racionalidad a las políticas públicas. Sin embargo, ese estado desarrollista fue “capturado” por élites políticas, militares y empresariales, que crearon una renta para su beneficio y llevó a las crisis fiscales, la hiperinflación y la crisis de la deuda en los años 80, lo cual constituyó sus aspectos negativos más relevantes, incluyendo el quiebre de las democracias y la instalación de dictaduras militares o regímenes autoritarios.

En la medida que el modelo “cepalino” hizo aguas con la crisis de la deuda externa, fue sustituido por el nuevo paradigma llamado neoliberal o aperturista, sustentado en las tesis del Consenso de Washington. Según Don Enrique, el nuevo modelo permitió recuperar la estabilidad macroeconómica y los fundamentos de equilibrio fiscal y monetario.

Promovió una importante apertura de los mercados internos a la competencia externa. Devolvió al mercado decisiones fundamentales que habían sido asumidas por los gobiernos, y achicó el Estado a través de masivas privatizaciones de empresas estatales. Este modelo tuvo también, al igual que el “cepalino”, aportes y déficits. Por un lado devolvió la estabilidad macroeconómica. Mejoró el entorno y la capacidad exportadora de nuestras economías.

Atrajo masivos flujos de inversión extranjera. Sin embargo, el crecimiento económico fue limitado, en promedio un 3%, lo que no permitió enfrentar la pobreza de la región. Presentó también una gran vulnerabilidad externa, puesta de manifiesto en la crisis asiática y rusa, así como en la propia crisis latinoamericana iniciada en México en 1994. Se verificó un gran abandono de las políticas públicas, a nombre de no intervenir. Pero el aspecto más negativo, fue el crecimiento de la pobreza y la ausencia de respuesta a la distribución ultra-desigual del ingreso en la región. América Latina es la región del mundo con la repartición del ingreso más desigual.

Según Don Enrique hay que replantearse, tanto el Estado neoliberal como el Estado desarrollista. Buscar la síntesis de ambos en una nueva formulación que dé respuestas a los grandes retos del desarrollo de la región. Entre esas conclusiones, el Secretario General de la Comunidad de Naciones Iberoamericanas dice que hay que reafirmar la necesidad de un Estado que tenga capacidad de formular y poner en ejecución políticas públicas que respondan a los grandes retos que tenemos por delante, y que haga intervenciones puntuales en la economía para impulsar el crecimiento y el desarrollo. Como ejemplo de lo anterior, Don Enrique citó el caso de los Estados desarrollados de Europa, que equilibran la intervención ñlos subsidios por ejemplo- con las fuerzas del mercado y un Estado regulador.

América Latina y El Caribe requerimos una mayor eficiencia del mercado, para lo cual se requiere sistemas legales y judiciales fuertes. Un Estado que sea más regulador y que promueva la competencia. El Estado en América Latina y El Caribe debe ser un impulsor de las capacidades productivas, incluso interviniendo puntualmente y otorgando subsidios temporales y focalizados.

El fortalecimiento del Estado en América Latina que propugna Don Enrique Iglesias, debe ser un instrumento para acabar con la pobreza y la pobreza extrema. Para mejorar sustancialmente la distribución de la renta nacional, en tanto que Estado compensador, utilizando para ello la política fiscal. El papel de la sociedad civil es un nuevo fenómeno en las sociedades latinoamericanas contemporáneas.

Hay que desarrollar relaciones inteligentes con la sociedad civil, ocupando cada cual sus respectivos espacios. Un aspecto a destacar en la charla magistral de Enrique Iglesias, es la necesidad imperiosa de los Estados latinoamericanos de fortalecer el diseño y la implementación de la inserción internacional de nuestros Estados. América Latina redujo su peso en el comercio internacional de 10% a mediados del siglo XX a apenas 3.5% en la actualidad. Por ello la, integración regional debe estar como centro de las políticas públicas internacionales en América Latina.

El caso de las negociaciones comerciales, Don Enrique insistió en lo importante de fortalecer y profesionalizar la intervención colectiva e individual de los Estados latinoamericanos en este terreno. Para ser ganadores de libre comercio y no tributarios del mismo.

La necesidad de fortalecer la capacidad negociadora de los Estados afecta directamente esa inserción internacional pro-activa y positiva para el desarrollo regional. Otro aspecto a destacar es la necesidad de invertir masivamente en innovación tecnológica. En este respecto resalta la diferencia entre los países asiáticos y los de nuestro hemisferio.

Hay que recuperar la capacidad de planificación y convertir el servicio público en un servicio profesional, dando fin a los Estados-botín y el clientelismo que corroe nuestras sociedades. En fin, proceder a una profunda reforma del Estado, basado en nuevos principios, en las experiencias pasadas y sin capturas ideológicas, tecnocráticas o políticas de grupos de interés particular.