miércoles, julio 02, 2008

Reintegrar en vez de Dividir Edes o Resignarnos

Síntesis: Para enfrentar la crisis sistémica del sector eléctrico, sugiero reestructurar dicho sector para facilitar la integración del transporte (transmisión y distribución) en cada zona de las EDES, en vez de dividirlas como sugiere CDEEE, al tiempo que estemos abierto a las grandes posibilidades emergentes con la visión de la electricidad como servicio-negocio, en vez de resignarnos con una capitalización que carece de futuro, como sugieren el CONEP, AmCham y el FMI.

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Con relación a uno de sus planes anuales de este año, la CDEEE propone ahora intervenir de nuevo el sector eléctrico con la división de las distribuidoras EDESUR y EDENORTE en cinco sectores, cada una. Este nuevo plan de bajo apalancamiento se anuncia en medio de una crisis sistémica (permanente de grandes proporciones y alcance), que ha estado afectando desde hace mucho tiempo a los sectores eléctricos nacional e internacional.

Juzgo como experto que se trata de un problema estructural que se pretende enfrentar ingenuamente con más de lo mismo: seguir fragmentando la industria eléctrica dominicana, complicando cada vez más la crisis. Esta intervención sería un segundo efecto secundario en el plan de lucha contra el hurto que le sigue a su retraso. Para dar a entender lo que es una crisis, empleamos la excelente y oportuna opinión Ed. Diario Libre - CRISIS.

Asumiendo que existe un consenso, en el sentido de que el cobro de la energía está en el corazón del problema eléctrico, en su informe “La economía dominicana: retos pendientes, macroeconómicos y sectoriales,” el CONEP ha identificado dos escuelas de pensamiento: una que ve la electricidad como un servicio y otra que ve la electricidad como un negocio. Orientadas solamente al corto plazo, ambas soluciones son ingenuas y carecen de futuro

Creo que el cobro es un grave problema a corto plazo, pero no es el problema fundamental que está en el corazón de la crisis que es de naturaleza global y es precisamente donde están las grandes oportunidades, como expliqué en el artículo HOY ECONOMÍA - El hurto no es el problema al resumir mi presentación en la Semana de la Energía de la CNE de enero del 2008. Asimismo, en el artículo HOY ECONOMÍA - Detengamos el hurto, aclaro que el consenso a que se refiere el CONEP es correcto “… si de lo que se trata es mantener el ineficiente y obsoleto sistema actual, así como garantizar la sostenibilidad de las inversiones de los agentes del mercado eléctrico con base a la modificación de la Ley General de Electricidad. El problema nodal es estructural. Uno de los elementos estructurales defectuosos es precisamente la distribuidora y su ineficiente modelo de negocios que no está diseñado para servir al público y que invita a los subsidios del gobierno.”

Al CONEP, a la CDEEE y también a AmCham (ver Una Verdad “Trivial” de Amcham Versión 2) y al FMI (Ed. GMH: Interpretando las Sugerencias de Reformas del FMI), le hizo falta considerar una tercera escuela, que es la electricidad como servicio-negocio, que ofrece grandes posibilidades y mucho más valor que las otras dos escuelas. No nos engañemos, esta escuela está emergiendo aquí en el país, gracias a la realidad imperante de la Tercera Revolución Industrial (TRI) que estamos viviendo. Dicha escuela ofrece un apalancamiento que resuelve el problema de corto plazo con mayor eficacia y también el de largo plazo, permitiendo sacar al Estado del negocio de electricidad.

Sin ser trivial, la implantación eficaz de los subsidios por medio de las tarjetas de solidaridad (un producto de la TRI) es una excelente idea para separar a corto plazo, y de una vez por todas, el presupuesto de la nación de las actividades privadas del sector eléctrico. Esa separación, que vislumbré como experto en desarrollo de sistemas de información en 1996 (ver Necesidad de una Politica Integral de Electricidad para la República Dominicana), permite a su vez que cada cliente individual (dejando de discriminar a los más pequeños) pueda recibir precios de electricidad no regulados eficientes (otro producto de la TRI), bajo una regulación prudencial, eligiendo el plan de servicio que mejor se ajuste a sus necesidades, con detallistas operando bajo competencia, en función de las propias percepciones y de las inversiones que el cliente haya realizado (inversores, plantas generadoras, paneles solares, etc.) o vaya a realizar para responder a los precios.

Aunque funcionó en algunos lugares del tercer mundo, como en Medellín, Colombia, la escuela de la electricidad como servicio nunca funcionó en el país, en tiempos de CDE, por falta de un dominio de un aspecto no trivial del servicio, que es garantizar un servicio confiable. Ese aspecto, que incentivó el proceso de fragmentación de la industria eléctrica dominicana (por ej., sistemas aislados en La Romana, Punta Cana, etc.), se debió a la falta de las necesarias reservas de capacidad de generación, que se requieren en todo momento y lugar, bajo el viejo modelo de la industria verticalmente integrada, para asegurar la confiabilidad.

En ese viejo modelo había una importante economía de coordinación de los sistemas interconectados para ofrecer un servicio confiable. La reintegración de los sistemas aislados para el aprovechamiento de esas economías de coordinación solo es factible como parte de un servicio confiable.

La escuela de la electricidad como negocio en tiempos de capitalización tampoco funcionó en el país, al igual que no ha funcionado el modelo con mercados incompletos (por falta de elasticidad en la demanda a corto y largo plazo) en ninguna parte del mundo. La razón es que los ahorros por coordinación en las interconexiones desaparecieron a causa de una reestructuración defectuosa que fracciona el transporte (transmisión y distribución) de electricidad y tampoco aprovecha las economías de coordinación emergente en el mercado minorista, que es donde están cifrados los grandes aumentos en eficiencia de los sectores eléctricos en la TRI.

La escuela de pensamiento servicio-negocio pretende reintegrar la industria eléctrica dominicana para aprovechar las economías de coordinación del transporte y del mercado minorista. Diferente al modelo viejo en que los países pobres se les hacía difícil lograr un servicio confiable, la reducción de los costos de transacción en el mercado minorista nivelará la oportunidad de un servicio confiable a los países pobres y ricos. Esa sería una ventaja competitiva para nosotros que debemos aprovechar ya.

Al desarrollar los recursos del lado de la demanda, gracias a los avances de la Tercera Revolución Industrial, la posibilidad de que la demanda responda a corto (respuesta de la demanda) y largo (eficiencia energética) plazos hará que el sistema interconectado pueda garantizar en todo momento un servicio seguro y confiable. La realidad es que los dominicanos poseemos a corto plazo grandes recursos para ofrecer repuesta de la demanda y con la introducción de la competencia plena (ver arriba “el hurto no es el problema”) las reglas de juego estables incentivarán también desde el corto plazo inversiones en eficiencia energética que tendrán impacto a largo plazo.

Mientras de acuerdo al CONEP, la Superintendencia de Electricidad afirma que no existen condiciones para aplicar la Ley General de Electricidad, y la CDEEE acaba de desautorizar a los que afirman de esa manera, con la nueva reforma que perseguirá la visión de la electricidad como servicio-negocio, para desarrollar “una industria eléctrica que se sustente en sus propios resultados, como sugiere el CONEP,” si es factible alcanzar los objetivos muy superiores a los originales: 1) eliminar los subsidios, 2) ofrecer un servicio confiable, 3) establecer plena competencia en generación y comercialización, 4) asegurar los derechos y deberes de los agentes y los clientes, y 5) restringir a los organismos públicos a su rango de acción ofreciendo una regulación prudencial al mercado libre. Para ello, es necesario un diálogo concentrado en definir la transición del desorden actual capitalización-contrareforma a la nueva reforma que persigue el máximo bienestar social.




Ed. Diario Libre - CRISIS

Ed. Opinión de Diario Libre - CRISIS

La palabra crisis viene del griego, y significa juicio, pues juicio es que hay que tener para enfrentar la crisis, de cualquier naturaleza que sea. El buen juicio debe gobernar las acciones para enfrentar la crisis.

Resulta que en tiempo de crisis también se toman decisiones muy malas, que agravan la crisis en el mediano y largo plazo y que son fruto del mal consejo o de la presión que ejerce la ignorancia.

De ahí, la experiencia de Estado y la experiencia humana, pues la experiencia de Estado puede enseñar el camino fácil, pero la experiencia humana mostrará que la luz brilla en lugar distinto.

Enfrentar una crisis exige juicio, más aún si la crisis no es coyuntural, sino que ataca la propia estructura del sistema económico o político. Esa lectura es fundamental para una correcta solución.

Los dominicanos nunca hemos tenido grandes crisis y creemos que las soluciones son igual de fáciles para todas las situaciones. Esa ingenuidad no ayuda a la toma de decisiones que nos saquen de la crisis.