Bernardo Castellano nos envía un artículo del Padre Alemán sobre las plantas a carbón publicado por el Periódico Hoy Digital.
JOSÉ LUÍS ALEMÁN S.J.
Se encuentra en el Senado el estudio del bloque de senadores del PRD sobre el historial del contrato de plantas de carbón. No siendo abogado capaz de leer la letra pequeña de los contratos y desconocedor de la jurisprudencia de casos análogos, prefiero dejar que alguien, no sé si quien arriesgará su buen o mal nombre, estudie a fondo las muy serias acusaciones sobre modificaciones sustanciales de los términos de referencia del Contrato inicial firmado con la Sichuan.
Me queda como tema de análisis económico los acuerdos finales alcanzados entre la CDEEE y la empresa Sichuan en nuestra situación dentro del marco de una economía global dominada por la extraordinaria demanda de petróleo y metales de China y de India.
1. Nuestra situación energética
a) El parque energético
Dado la larga vida útil de las plantas generadoras y de las líneas de transmisión el parque energético de casi todos los países consta de algunas plantas nuevas y muchas plantas viejas. La primera consecuencia de esta variedad la registra el diverso costo del kwh. y la consiguiente renta de que pueden disfrutar las plantas más eficientes si se aplicase a todas el mismo precio. Ni siquiera en países altamente tecnificados de Europa resulta útil hablar del costo promedio del kwh de sus plantas; aun allí la eficiencia de las plantas no es uniforme.
Los crecientes costos de la energía de cualquier fuente debidos a los precios de los combustibles fósiles y a la creciente demanda de energía eléctrica por personas de muy diversos ingresos presionan a los Gobiernos a tratar de controlar las tarifas o por lo menos a dificultar su incremento. La energía es de hecho no sólo un bien de interés público sino también un bien meritorio cuyo acceso universal, aun a personas con pocos ingresos, está garantizado por el Estado. De hecho los precios de la energía suelen estar regulados en la mayor parte de los países y casi siempre los hogares pobres están subsidiados en su consumo energético o por asumir el Estado el diferencial precio-costo o por obligar a hacerlo a los ciudadanos más ricos. Nos encontramos ante una necesidad política y social.
Los efectos económicos de estas regulaciones son muy negativos. La siempre limitada capacidad financiera del Estado para atender las demandas de la población, especialmente en regímenes de democracia representativa, se traduce en la autorización de ganancias relativamente bajas a las generadoras o en atraso del pago de subsidios. Al inherente riesgo de toda clase de inversiones cuantiosas que se recuperan sólo a largo plazo se añade la inseguridad en el cobro del producto. La inversión en nuevas plantas se problematiza y se mantienen en operación plantas viejas y poco eficientes que técnicamente debieran cesar su funcionamiento.
Dentro del mismo esquema de funcionamiento se encuentra otro componente importante del parque energético dominicano: las redes de transporte y distribución de energía. Su pobre mantenimiento, bajo calibre de las líneas, y antigüedad provocan buena parte de las pérdidas de energía producidas y no vendidas, estas alimentan mayores déficits financieros que a su vez dificultan inversiones nuevas.
La calamitosa situación del parque energético recomienda una solución drástica que añade plantas de escala apreciable y de menores costos de combustible actuales y previsibles que el del fósil liquido. Los mejores candidatos son plantas de gas, de carbón y de energía hidráulica. Siguiendo esta lógica la CDEEE licitó plantas de tamaño apreciables, 600 megawatios, que le suministran energía más barata y saquen del mercado a las viejas e ineficientes plantas a las que recurre en crisis importante.
Por supuesto nadie puede sorprenderse si las empresas con plantas poco eficientes se oponen a esta solución que las aniquilaría especialmente si entraron en el negocio energético en tiempos calamitosos y, por tanto, propicios a la formación de expectativas de demanda confiable.
b) Deficits financieros del sector energía
Ya hemos visto que entre los determinantes de los déficits financieros del sector figuran los altos costos de producción y transmisión y la incapacidad de los pobres de pagar el costo completo de la energía que consumen. Existen además limitaciones apreciables al monto de subsidios públicos: la necesidad de satisfacer otras demandas y el pago de deudas pasadas del sector. Sencillamente subsidios por casi mil millones de dólares anuales al sector energético superan fronteras razonables. En realidad el tope a los déficits lo impone el mecanismo financiero de última instancia: los apagones. Los apagones son a la electricidad lo que la falta de ingresos al consumo del pobre.
Sin duda otras causas últimas del desastre financiero de nuestro sector energético son la pobreza de la población, la sustitución de la motivación empresarial por la de saqueo de cuanto huela a cobre -alambres, cables, transformadores- para su exportación unida a una manifiesta complicidad gubernamental, y la falsificación de los medidores eléctricos para aumentar la amenazada competitividad.
Aunque nos dé vergüenza tenemos que reconocer que vivimos, nos movemos y somos en una cultura financiera del fraude, de insinceras promesas de pago, de incumplimiento de contratos y de engaño apenas disimulado cuando no abiertamente defendido.
Como consecuencia de esta cultura resulta difícil invertir cientos de millones de dólares en energía sin garantías soberanas aparentemente leoninas de pago por capacidad instalada para cuando la energía, salvo en casos de fuerza mayor, no sea demandada y sin la creación de fondos de garantía de pago equivalentes a varios meses del valor del contrato. Esta clase de garantías no es rara cuando se trata de inversiones tan cuantiosas
Comprendo perfectamente la presión ejercida por la Sichuan para incluir estas garantías en su contrato pero no es fácil de explicar que éstas no se tuvieron en cuenta en los términos de referencia ni en la oferta inicial propuesta por esa compañía. La justificación presentada sobre las exigencias de los bancos e instituciones que financian la empresa es válida pero por eso mismo puede dudarse de su seriedad y competencia financiera.
c) Contaminación y plantas de carbón
Suele afirmarse que en las etapas iniciales de desarrollo no se puede ser demasiado exigente como prueba precisamente el éxito de las economías hoy desarrolladas no sometidas inicialmente a restricciones ambientales. Este argumento, que quiere justificar lo mal hecho hoy por el buen resultado de lo mal hecho en el pasado, pasa por alto la existencia de soluciones energéticas alternas mucho menos contaminantes: plantas energéticas eólicas, y de gas licuado.
La cantidad de emisiones contaminantes (CO2, SH2, y NOx) de las plantas de carbón y de gas o eólicas no sólo son medidas sistemáticamente en la Unión Europea sino que se sabe lo que cuesta su eliminación o reducción cuantitativa por el valor de nuevas plantas eólicas y de gas que las disminuyen drásticamente. El valor de mercado de los contaminantes es igual, en otras palabras, al de las plantas de energía alterna que las eliminan; una especie de costo de oportunidad a precios de mercado.
Nadie niega que las decisiones financieras se toman sin considerar costos externos al mercado (externalidades) que aunque existen no se evalúan financieramente. Para internalizar esos costos habría que tasar impositivamente las emisiones contaminantes lo que dejaría en mejor situación financiera otras opciones energéticas de fuentes alternas. Los muchos estudios realizados en la Unión Europea muestran que el costo total (de mercado más externalidades) es mayor en las plantas de carbón que en las de gas y hasta en las eólicas aunque la volatilidad de las corrientes de aire impide su uso como única fuente de energía por quedar excluida en las horas pico y en las de muy baja demanda.
Existen, pues, soluciones alternas mucho menos contaminantes que o hacen innecesaria las plantas de carbón o disminuyen seriamente sus efectos ambientales. Por eso la necesidad de un sólido estudio ambiental previo a la inversión y no después de realizada previamente a la producción (algo absurdo después de gastar casi un billón de dólares) que incluya la especificación técnica y financiera de los sistemas filtrantes propuestos.
El caso de Haina, considerado uno de los lugares de mayor contaminación tóxica del planeta, aunque no sólo por las plantas de carbón de Itabo, es un recordatorio de la necesidad de tomar en consideración los efectos ambientales previsibles de inversiones de cierta magnitud con potencial probado de contaminación ambiental.
Tal parece que el contrato de la Sichuan es muy deficitario en este aspecto.
2. La economía global y la energía
Al inicio del siglo XXI tenemos dos claros motores dinamizadores de la economía global: China e India que por su demanda de bienes y servicios importados contribuyen al crecimiento económico de los países que los exportan. A diferencia de la segunda mitad del siglo XX en la cual los países líderes -Estados Unidos, Alemania y Japón- animaban por el mutuo intercambio de bienes de calidad la economía de países ya desarrollados y favorecían menos economías en desarrollo, India y China demandan cantidades enormes de petróleo y metales ofrecidos por países en desarrollo. Buena parte del crecimiento de los países de América del Sur se explica por esa demanda externa.
Consecuencia de esta demanda los precios del petróleo y de metales imprescindibles para la construcción y la industria, cobre, acero, aluminio y níquel, es absorbida en buena parte por los nuevos líderes de la economía global. Como la apertura de nuevas minas y pozos petroleros requiere no sólo tiempo sino también los mismos insumos existe una adicional demanda en exceso que sube nuevamente los costos de puentes, vehículos, barcos, aviones, refinerías. Por si fuera poco la cuantía de mano de obra especializada en motores, turbinas y refinerías es a mediano plazo inelástica a aumento de precios. El cuello de botella para el aumento de la oferta de generadores resulta en conclusión bien estrecho. Ni siquiera la presión del aumento de precios logra forzar el paso de bienes complejos de ingeniería.
Las revistas de ingeniería energética nos dicen que los precios de las inversiones energéticas han crecido en por lo menos un 40% en los dos últimos años. Probablemente los 800 millones de dólares estimados para cada planta de carbón cuestan hoy en día más de 1000 millones de dólares. Los precios del carbón, mucho más bajos que los del petróleo pero vinculados a estos, seguirán altos por bastante tiempo subiendo consiguientemente los costos de operación y el precio de venta del kwh. No pecaría de pesimismo quien afirme que en un escenario realista el Estado dominicano puede caer en una trampa de sobreendeudamiento porque en estas grandes obras de ingeniería no tiene ningún sentido detener la construcción. Los costos hundidos no son tan sólo irrecuperables sino “negativos”: inversiones millonarias, producto cero. La experiencia nos dice, sin embargo, que se dan en la vida real esas catástrofes. La construcción de la planta nuclear de Cienfuegos, en Cuba, quedó a medio talle monumento a imprudencias fiscales y ambientales.
Comprendo, entonces, que la Sichuan exija además del pago por capacidad, de fondos para contingentes incumplimientos contractuales y para falta de combustible (carbón), la peligrosa emisión de recurrentes cartas de crédito avaladas por el Estado que podrían alcanzar la suma de 810 millones, valor inicial estimado de la inversión.
Concluyo: la inversión en esta planta de carbón es muy riesgosa para financistas, para la CDEEE y el Estado Dominicano y hasta para la Sichuan.
Entonces ¿qué hacer?
3. Opciones
Dejo de lado la opción Sichuan por excesivamente costosa, no sólo por las modificaciones sustanciales a los términos de referencia sino por sospechas de incompetencia financiera y de irrespeto al Estado Dominicano.
a) Una primera opción es contentarnos ahora con una planta menor. Como lo mejor es enemigo de lo bueno comencemos con una planta menor, digamos no más de 300 Megawatios, eficiente y amiga del ambiente.
Para garantizar en el futuro las metas a las que aspira la CDEEE habría que añadir plantas anuales adicionales en un mercado de “cuasi futuros” que evite los acostumbrados ciclos de sobreproducción y escasez energética.
b) Otra opción más idealista pero más promisoria a largo plazo sería endeudarse en una planta menor 100 Megawatios, contratar plantas similares anuales en el futuro, y dedicar la misma cantidad de recursos a desarrollar el etanol mediante la inversión privada nacional y extranjera. El hecho de producir un combustible líquido apto para automóviles y la producción de energía habla a favor de esta fuente de energía renovable. En República Dominicana y menos en Haití existe una estructura deteriorada pero no despreciable para la producción y transporte de caña de azúcar. Su utilización contribuiría a la reducción de la pobreza rural en el Sur.
c) Combinaciones similares a la del etanol podrían incluir plantas eólicas tan importantes en el desarrollo de los mercados energéticos en Dinamarca, España y Alemania.
4. Conclusiones
Opciones energéticas promisorias hay varias mucho mejores que la de megaplantas de carbón. Lo importante es acordar un proyecto energético de Estado para los próximos diez años con participación privada y estatal (ésta más para facilitar y regular que para producir) y manejarlo de forma transparente en los contratos y en su ejecución.
Tal vez la añorada reforma institucional-económica del país pueda comenzar por aquí. Decía Marx que sólo las contradicciones del desarrollo actual posibilitan el nacimiento de nuevas formas de desarrollo. Así lo creo. Demóstenes antes de la decisiva batalla de las Termópolis decía que lo bueno que tienen las cosas del Estado es lo mal que se están poniendo. La misma intuición con palabras menos hirientes.
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