Tomado de la columna "Mis Buenos Días," del Dr. Rafael Molina Morillo, en el periódico El Día del 28 de febrero, 2008.
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Estaba mirando y escuchando, a través de la televisión, un debate entre Barak Obama y Hillary Clinton, ambos aspirantes a ser el candidato o candidata del Partido Demócrata de los Estados Unidos, para la Presidencia de esa nación.
Ambos estaban serenos, bien portados, respetuosos, hasta se sonreían el uno a la otra, o la una al otro, como usted quiera. Exponían sus argumentos sin interrumpirse y sin poner mala cara ni expresiones burlonas. A veces hasta admitían estar de acuerdo con el adversario. Y estaban sentados tan cerca, que a veces me parecía ver que sus brazos se rozaban inadvertidamente.
En otras palabras, parecían gente civilizada. Digo “parecían” porque nadie sabe lo que estaban sintiendo por dentro ni qué malos pensamientos se anidaban talvez en sus cabezas. Pero lo importante, para mí, era el ejemplar comportamiento de ambos por igual.
Los políticos dominicanos deberían aprender de ese modelo, pero ¡qué lejos estamos de ese nivel educativo! Empezando porque no se ponen de acuerdo para aceptar un debate decentemente montado y respetuosamente conducido. Siempre hay uno o varios que se creen superiores a los demás y “no pueden rebajarse al nivel de sus insignificantes adversarios”. Otros tienen miedo, o saben que van a hacer el ridículo. Y también están aquellos a quienes no les interesa para nada un debate porque solamente están en busca de “lo mío”.
Lo peor del caso es que, si se logra el milagro de organizar un debate entre líderes políticos o aspirantes a la Presidencia, se corre el riesgo de que el mismo termine “a rabazos limpios” o se convierta en un vulgar intercambio de insultos y acusaciones temerarias.
Mas aún conociendo ese riesgo, soy partidario de que en cada proceso electoral haya debates públicos, frente a todo el país, a través de la televisión. Cuando lo logremos, habremos dado un gran paso.
(r.molina@codetel.net.do)
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