La población ha pagado el precio de esa crisis en sufrimientos, en deterioro de electrodomésticos, en abusivos cobros por servicios no brindados y en gastos adicionales para instalar inversores o plantas de emergencia
El problema nacional más debatido, más escudriñado, más sufrido y soportado, a la vez que el más ineficiente y anacrónico de América Latina, es el de la electricidad.Toda esa intrínseca ineficiencia del problema ha contagiado a todos los gobiernos y los ha hecho fracasar en la aplicación de soluciones concretas y permanentes.
Una vez, el problema se contraía a la llamada “capacidad instalada” para producir energía, y cuando ésta se hubo logrado, seguimos sufriendo apagones, tarifas medalaganarias, robo de energía y plantas fallando recurrentemente.
La población ha pagado el precio de esa crisis en sufrimientos, en deterioro de electrodomésticos, en abusivos cobros por servicios no brindados y en gastos adicionales para instalar inversores o plantas de emergencia. Así seguiremos, por lo visto, muchos años más.
Cuando se decidió que el problema se resolvería con la “privatización” o “capitalización” de la empresa principal de energía del Estado, la crisis persistió. Un objetivo esencial, entonces, era economizar al Estado los subsidios millonarios que ofrecía al servicio. Pero con el nuevo esquema esos subsidios, en vez de ser economizados, han aumentado estratosféricamente y constituye una daga en la garganta de la economía nacional.
Nos dimos una ley general de electricidad que sólo parece aplicarse en favor de las pocas empresas que se han ganado la millonada en el negocio, y que desampara al usuario. Este sistema injusto ha causado un tremendo daño a todo el esquema de vida y presupuestal de las familias dominicanas y a toda la economía.
La consecuencia final es que el país, empresarial e industrialmente, ha perdido competitividad y todavía no hay luces en el horizonte que nos indiquen que podemos superar, en corto plazo, un problema que lleva décadas agravándose, pese a ser el dilema más estudiado, más diagnosticado y más padecido socialmente por todos.
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