Algún día tendrá que dilucidarse hasta qué punto estos bancos internacionales, que presumen de ser rectores del quehacer económico de un país, han sido tan culpables o compromisarios de estas prácticas engañosas y fraudulentas que perpetran sus patrocinados locales en el negocio eléctrico.
Una sistemática tanda de apagones ha provocado las ascuas de la ciudadanía en muchas ciudades y barrios del país.
El ente estatal CDEEE sugiere que esos apagones son provocados intencionalmente por los generadores, y que no existen motivos “financieros” para que, de repente, muchas plantas comiencen a presentar supuestos desperfectos.
Este es un clásico “tira y jala” que le cuesta a la sociedad un tremendo desasosiego, así como muchas pérdidas y trastornos en su ritmo de vida, económica y socialmente.
Vistas las cosas así, tan simples, parecería que estos “affaires” conciernen exclusivamente a los actores públicos, cuando lo cierto es que detrás del conflicto hay intereses que intervienen intencionalmente para beneficiar a una de las partes, es decir, a la que se gana la millonada explotando abusivamente a los usuarios.
Es bueno que se ponga en claro que toda esta anormalidad es el producto de un esquema abusivo de negocios que se ha implantado en el país con el no disimulado patrocinio de bancos internacionales que, en su afán de buscar salida a sus usureras asistencias financieras, exigen a los gobiernos que se sometan a condicionalidades que tienden a favorecer más a los que negocian con este recurso que al pueblo que, sin recibirlo a plenitud, pasa un sinfín de penurias por esa causa.
Algún día tendrá que dilucidarse hasta qué punto estos bancos internacionales, que presumen de ser rectores del quehacer económico de un país, han sido tan culpables o compromisarios de estas prácticas engañosas y fraudulentas que perpetran sus patrocinados locales en el negocio eléctrico, y hasta dónde su papel como diseñadores de políticas nacionales ha sido más dañino para los pueblos que las incapacidades o ineficiencias de sus gobiernos.
Los grandes culpables no son los empobrecidos, que ni siquiera pueden pagar el servicio, sino los grandes intereses que se lucran del negocio y que son capaces de arrodillar y ridiculizar a los gobiernos, contando con la generosa, pero al mismo tiempo interesada, asistencia de estos sonoros bancos internacionales.
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