En estos momentos, esos acuerdos leoninos representan una amenaza a la estabilidad social, política y económica del país, pues perpetúan condiciones de precios y de exenciones imposibles de seguir asumiendo como cargas de sacrificio del Estado en esa área estratégica.
El problema eléctrico no tiene visos de resolverse ni aminorarse en el corto plazo, salvo que el Gobierno dé un fuerte zapatazo en la mesa cuando se reúna a negociar con los generadores y distribuidores.
La sensación es que los más aventajados en el negocio han amarrado al Estado con unos contratos que parecen pasar por alto que ellos están manejando un sector sensiblemente estratégico del país.
Y que, en un contexto como ese, el Estado está limitado en su capacidad de exigir y de presionar cambios que favorezcan la mejoría del servicio y su abaratamiento.
Es lo que se está viendo ahora, a propósito de las negociaciones para revisar el Acuerdo de Madrid con todas sus consecuencias. De golpe y porrazo, en medio de la negociación, las plantas por arte de magia se han tornado defectuosas y hoy el país sufre largos y perjudiciales apagones.
Es una presión abierta, inmoderada, insolente, que estamos seguros no se atreverían a hacerle unos generadores eléctricos a un Evo Morales en Bolivia, a un Kirchner en Argentina ni a un Chávez en Venezuela, quienes no titubearían en aceptarles el reto y meterlos en cintura, de acuerdo con la ley, pero más que nada con el interés nacional de un pueblo.
En estos momentos, esos acuerdos leoninos representan una amenaza a la estabilidad social, política y económica del país, pues perpetúan condiciones de precios y de exenciones imposibles de seguir asumiendo como cargas de sacrificio del Estado en esa área estratégica.
Y sólo con una actitud enérgica, no irracional ni ilegal, pero sí contundente, que revele una voluntad indoblegable en favor del interés nacional, puede ser posible llegar a la necesaria reconsideración de esos contratos.
Y si los grandes señores del negocio se resisten, pues que se actúe como el interés nacional manda.
Eso sí, al hacerlo no puede haber una pizca de miedo o de reservas ante las presiones del FMI, el Banco Mundial o el Banco Interamericano, en alguna medida cómplices de este esquema y de este inaceptable maniqueísmo de intereses foráneos que han sido los únicos beneficiarios, en demasía, de la llamada “privatización” del sistema eléctrico nacional.
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