En estos días ha ocupado espacio en los periódicos la información de que jueces han dictado medidas de coerción contra personas sorprendidas haciendo conexiones ilegales en el tendido eléctrico. Enhorabuena. Estas conexiones furtivas han sido una causa notable de tragedias, incluyendo muertes por electrocución, así como trastornos al servicio energético. Pero eso es solo el efecto de la vía de hecho. En muchos casos, los que hacen conexiones de este tipo no están solos, alguien les paga para no pagar por la electricidad y, en ese caso específico, es necesario que el rigor del castigo alcance también al autor intelectual o al que se beneficiaría de una conexión ilegal, un “gancho” o un segundo circuito no autorizado.
Pero fraude eléctrico es más que enganchar unos alambres por paga. Mucha gente que paga puntualmente la electricidad que consume, no recibe toda la energía que paga. Las facturas por suministro energético jamás consignan un descuento por las horas de apagones y no está debidamente consignado que lo facturado sea nada más los kilovatios/hora suministrados. La ley que penaliza el fraude eléctrico debe aplicarse con todo rigor, pero no solamente en el ámbito de la conexión ilegal, sino en todo lo que signifique violación de derechos o intereses de todos los interlocutores del negocio. Hay que acabar con el fraude, pero con todo el fraude.
¿Listos para el calentamiento?
Hablamos del calentamiento global como si fuese un acontecimiento futuro, pero tenemos en plena cuaresma temperaturas bajas excepcionales al inicio de la primavera. Aguas más abundantes que lo habitual ingresan al lago Enriquillo y lo desbordan, pero seguimos viendo el cambio climático en un futuro lejano. Se ha dislocado nuestro régimen de lluvias, pero ni por asomo lo asociamos con cambios que serán determinantes para nuestro estilo de vida.
La frecuencia de las perturbaciones atmosféricas sobre nuestro territorio ha aumentado, y con ella, la frecuencia de las lluvias y sus consecuenciales inundaciones y riadas. La saturación de los suelos ha provocado corrimientos y hundimientos que han destruido poblados, como Carlos Díaz, por ejemplo. Los oleajes anormales penetran con más violencia que de costumbre en nuestras costas más bajas y son una amenaza. Y así seguimos pensando en el cambio climático como algo futuro.
Editorial original de Hoy Digital
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