José R. Yunén - 7/5/2009
Cuando los problemas que van surgiendo en un país se propagan o se solucionan precariamente, poco a poco se acumulan y hay un momento que se entremezclan unos con otros y amenazan con hacer una crisis profunda. Si aplicamos soluciones tardías, resultan insuficientes e ineficaces, pues se necesitaría más estudio o planificación, invertir más dinero y, por ende, más tiempo.
Si somos honestos. Este sería nuestro caso, y todos colectivamente estamos cargados de culpa de una manera o de otra. No debiéramos señalar al vecino; si dirigirnos al Gobierno que ha producido muy pocos cambios, manteniendo el firme propósito negativo en relanzar un nuevo gabinete; sin embargo, mantiene la férrea e inexplicable tolerancia de no querer arrojar para siempre los parásitos sociales y sacar de su cuerpo los vampiros que lo vienen deshidratando. Existen numerosas pruebas clarísimas de la imprevisión e inoperancia continuada que no se le ha puesto remedio a tiempo; tenemos la insuficiencia y el desastre de los servicios públicos fundamentales, que todo lo dificultan y que nos irrita, sobre todo a los más pobres.
Para no alterar el orden o sembrar la angustia que pueda añadirle a los nuevos problemas de los ya existentes, debemos ser justo comprensivos y pacientes reclamando y exigiendo que las soluciones a los grandes males no se vayan más postergando. En fin, la gravedad y urgencia de los problemas nos obliga, sin entrar en la arbitrariedad ni en la intolerancia, a no ser superficiales y poner en claro el fondo del mismo, la crisis económica global, ni la disminución de las remesas ha sido el detonante general de nuestros males. Sí! La insuficiente producción hasta alimentaria, la complicidad en los actos de corrupción que facilitan la impunidad formándose una asociación de malhechores y la gran dependencia, consecuentemente, con el exterior. Por ello, en voz unánime, este país necesita más administración y menos política.
Original del Listín Diario
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