Lo que sigue es una propuesta inicial de la
esencia arquitectónica de sistema para la transformación del sector eléctrico, que está por encima de las diferencias sociales, culturales y políticas, diseñada
para servir en la elaboración de un documento base a un diálogo generativo, en
vez de ser un instrumento para el debate que solo sirva para mantener el sumamente
costoso status quo.
Sector eléctrico no necesita préstamos para reducir desigualdad http://t.co/fzTTbMJ9HE @giovannida @fredemamzade @castrovictor31
— Jose A Vanderhorst S (@gmh_upsa) October 3, 2014
Sector eléctrico no necesita préstamos para reducir desigualdad http://t.co/fzTTbMJ9HE @pedrogerrero1 @pousuazo @JoseManuelLunaV
— Jose A Vanderhorst S (@gmh_upsa) October 3, 2014
A pesar de que lo que sintetizo a seguidas, en esta primera
versión un tanto rudimentaria, está amparado en toda una serie de notas y artículos
compartidos en las redes sociales con la ayuda de profesionales interesados en
el bienestar social, local e internacional, lo que sugiero es que tratemos de
ver como podemos acercarnos a cambiar el sentido común en vigencia para tratar
de hacerlo una realidad.
Con la sola determinación de transformar el
sector, para garantizar un servicio eléctrico sobresaliente, de parte de empresas sobresalientes del sector
privado, el Estado puede desestimar el préstamo que
el Banco Mundial aprobó para reducir la desigualdad. Dicha transformación tiene
como objetivo cambiar los incentivos y desincentivos para impulsar un
substancial apalancamiento sistémico positivo del sector, con toda una serie de
círculos virtuosos que se refuercen entre sí. Es así como se podrá garantizar
el desarrollo de un juego suma positiva que garantice la reducción de la
desigualdad.
Si no se transforma el sector, hasta haciendo
reformas que no transforman, los fondos del préstamo seguirán prácticamente el
mismo derrotero anterior, al permanecer prácticamente intacta la estructura dinámica
vigente del sector, que impulsa los mismos círculos viciosos que se refuerzan
entre sí. Los planes de reducir la pobreza seguirán siendo como mucho suma
cero, afectando mucho más, si no a los pobres, a la muy sufrida clase media,
que sigue perdiendo representación en la totalidad y que es adonde muchos pobres
aspiran al menos llegar.
El Estado y el Banco Mundial recurren en el
uso de proyectos que sirven para resolver problemas no sistémicos, que son los
que generan en primera instancia los problemas sistémicos del sector. Es así
como el verdadero problema eléctrico es sistémico y no se resuelve con políticas
de Estado, sino con innovación emergente que impulse dicho apalancamiento sistémico
con la competencia de modelos de negocios entre empresas sobresalientes del
sector privado que estén obligadas a agregar valor sin la protección de la
inversión extranjera para sustraer valor. Lo que el Estado está obligado es a
cambiar los incentivos y desincentivos que faciliten dicha competencia, por
medio de la legislación.
El Estado necesita tomar la determinación
de transformar el sector para salirse del negocio y poder eliminar todas las
actividades que no agregan valor. Al tomar dicha determinación estará
disolviendo al mismo tiempo la corrupción sistémica internacional asociada a la
Ley General de Electricidad y a la inversión extranjera.
Es así como el sector eléctrico se pasa a
la democracia directa, donde los clientes podrán comprar y autoabastecerse,
como lo crean conveniente, de tiempo en tiempo, dejando de influir en la
democracia representativa, que genera compromisos del parte de colaboradores
del gobierno que gane dichas elecciones, que son actividades que solamente sustraen
valor del sector.
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