Vistos estos planteamientos, una visión clara del futuro de la electricidad nos presenta muchas oportunidades que pudieran ser aprovechadas por el potencial que tiene el país, para desarrollar servicios altamente competitivos por medio de alianzas estratégicas con fabricantes de interfaces de alta tecnología. Esta oportunidad se magnifica, porque excepto en algunos proyectos turísticos, en la distribución y en el mercadeo al detalle no hay importantes intereses creados.
Ese no es el caso de los países que ya han reestructurado su sector manteniendo integradas las actividades de distribución y comercialización (eventualmente mercadeo al detalle) o que están en vías de hacerlo, pero enfrentan serios intereses legítimos creados, como en los Estados Unidos. En el modelo chileno, adoptado por Argentina, Bolivia y Perú, por ejemplo, la distribución se ha vendido junto con la comercialización. Entiendo que al final del proceso tendrán nuevos intereses creados cuando se necesite la libre comercialización para cualquier consumidor. Cuando lleguen ahí, se verán en necesidad de ejecutar una nueva reforma del sector. Esta es una ventaja crucial a nuestro favor en este momento.
Nuestra situación es propicia en tres vertientes. En primer lugar, si se siguen las recomendaciones de Coopers & Lybrand de reestructurar la distribución junto al mercadeo al detalle y escindir la misma en tres empresas privadas, no habrá la posibilidad de que los inversionistas locales incursionen en el negocio, no sólo por las inversiones, sino por las competencias esenciales que también deben poseer para pre-calificar.
Como las competencias esenciales del negocio competitivo de electricidad al detalle no las tiene casi nadie, una parte del mercado de la mercancía eléctrica al detalle puede estar en manos de empresas locales, altamente solventes, que califiquen como concesionarios, si logran desarrollar dichas competencias. Esto es muy importante para el progreso del país y sus recursos humanos. La economía de escala no debe ser un impedimento, pues los productos y servicios que se desarrollen bien pueden ser exportados a otros lugares.
En segundo lugar, si se separan los componentes de transporte y venta, la inversión extranjera en el negocio regulado del monopolio de transporte se simplifica, reduciendo significativamente el riesgo de mercado de la mercancía, así como el choque cultural, quedando sus relaciones comerciales con empresas privadas de mercadeo al detalle, en vez de usuarios finales. Entendemos que este esquema facilitará la venta, parcial o total, de la distribución eléctrica del país. En este sentido, recomendamos considerar tres concesionarios de transporte (transmisión/distribución) asignando las redes de forma geográfica y evitando así problemas futuros de indefiniciones entre lo que es transmisión y lo que es distribución eléctrica. Se evitan así los problemas de revocación de la concesión de transmisión, cuando se opta por una sola compañía. Nuestra propuesta es más robusta, ya que habrían otras dos empresas que pudieran desempeñar la labor de intervención en muy corto plazo.
En tercer lugar, y todavía más importante, está el problema crucial del cobro de la electricidad. Al separar la parte de mercado del monopolio restante, se puede dedicar mayor esfuerzo al problema financiero de la industria, que radica en el uso ilegal de la electricidad. Los detallistas serían responsables de los medidores y su conexión al interior; los transportistas del cable de alimentación. La división de problemas está clara.
Si se licitan concesiones de mercadeo al detalle por un período definido de años, se pueden obtener ingresos que dependen de la condición económica actual y futura de la zona. Estos ingresos se pueden emplear para cubrir las deudas y gastos corrientes con los generadores, así como para financiar déficits iniciales en transporte. En ese lapso las empresas con estrategias exitosas recuperarán fácilmente su inversión.
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