Mis Buenos Días
POR RAFAEL MOLINA MORILLO
Parece el título de una película de suspenso o una novela de misterio, pero la “ciudad de las tinieblas” a la que me refiero es algo real mucho más cercano a nosotros que la ficción.
Hablo de la blasonada y primera ciudad del Nuevo Mundo, la cinco veces centenaria Santo Domingo, cuna de la primera universidad de América, el primer hospital, la primera catedral, la primera real audiencia y otras variadas primacías que harían palidecer de envidia a otras capitales del continente… a no ser porque, precisamente, es también merecedora del título de La Ciudad de las Tinieblas.
Amigos lectores residentes en la capital dominicana: ¿Han salido ustedes recientemente de noche, a dar un paseo, acudir a una fiesta o cumplir un compromiso de cualquier tipo? ¿No les ha dado grima la oscuridad de nuestras calles? ¿No les ha sobrecogido el temor a ser asaltados en la próxima esquina?
A mí sí me ha pasado. Hace poco se anunció un plan para iluminar las principales calles y avenidas, pero no se dijo cuándo. Mientras tanto, todo es negritud e inseguridad.
Sueño con una ciudad resplandeciente, con iluminación radiante desde un extremo al otro, con gente caminando por las calles de noche y sin miedos, con luces por donde quiera, luces, luces, luces… Mientras no sea así, no nos llamemos ciudad, seamos sinceros.
Los gobiernos no han sido capaces o no han querido agarrar el toro por los cuernos en el tema de la energía eléctrica. ¿Será porque no tiene dinero para eso o porque la tabla de prioridades está patas arriba? Entretanto, la construcción del Metro continúa aceleradamente…
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