Por el Dr. José Rafael Yunén Brugal
Hace varios meses, recuerdo haber leído, sobre el estallido del tétrico martes negro de Otoño del año 1929, donde con un optimismo el presidente Hoover semanas antes proclamaba desde la Casa Blanca que la prosperidad de la nación estaba a la vuelta de la esquina.
Frente a las inquietudes que venimos padeciendo en relación a la realidad económica dominicana, un pronóstico muy semejante se nos ha venido formulando por varios funcionarios de turno, que exteriorizan que nuestro país está al borde de la prosperidad. Quizás, ese bienestar rotativo que se nos expresa, será para ahuyentar las sombras del decaimiento y pesimismo que ha venido frisando el estado emocional del pueblo.
Cuidado si estamos midiendo nuestro bienestar, por el número de automóviles, de televisores, del gran puñado de mansiones lujosas que existen. Pero, cuando observamos lo que ocurre en nuestro medio social o cuando más que observar, lo vivimos en carne propia surge otra verdad más dramática que la abstracta cuantificación estadística de una arrogancia que puede estar equivocada.
El pueblo pide y pide con razón, menos impuestos, controlar la distorsión al precio de las medicinas y la canasta familiar, la solución a la permante rebaja impenitente del costo del fluido eléctrico. Oigamos pues, y sopesemos cuidadosamente todos sus alcances.
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